EL MUNDO ES IN-MUNDO

Entre las penumbras, la voz del maestro de ceremonia sentencia el último número del espectáculo:

—¡Señoras y señores! El manto divino que cubre a los actores de la historia está tejido con las agujas del reloj. Las huellas que sobreviven en la consciencia colectiva están marcadas por la muerte y por la resurrección; innovadoras representaciones juegan el juego de la repetición trivial.

Los reflectores se encendieron. En las alturas enseñan con énfasis la distancia entre el punto de partida y el de llegada. Las reminiscencias de la ovación de los espectadores han deshilvanado la red de protección. Sobre la cuerda floja el funámbulo busca el justo medio, y así habla:

—Tengo terror de pensar lo que pienso. Más aún, de gritar lo que pienso: ¡Estamos solos! Esta soledad no vive de la credulidad o incredulidad en un ser supremo, sino más bien, de la literalidad de este pensar; ¡Estamos solos!

Detrás de un pensamiento existe una sombra que media entre la luz y las tinieblas. Un acertijo entre la figura y el fondo. Un movimiento hacia una incógnita muda. La crueldad es la línea que escinde la única dimensión: el silencio.

El empeine izquierdo del volatinero se extiende hacia una ilusión de felicidad...

Así habló Sísifo




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