SALMUERA

El animal simbólico avanza por terrenos áridos hacia su propia extinción. Camina con ritmo cansino, guardando la misma distancia entre zancada y zancada. La melodía de las cadenas marca el compás. Su sed compone la música; resiste en cada una de sus notas el ardor en la piel. Las lágrimas saladas que corren por sus mejillas no brotan de sus ojos. El viento envuelve su boca con el sabor de la arena. Mastica cada grano y traga las ansias de beber del manantial. El sol y la luna copulan en el mismo cielo. La obscuridad enfría el silbido de la brisa anaranjada. El espécimen ha vuelto la cabeza sobre sus pasos; rezando de rodillas yace en la distancia su consciente condición. Sus oraciones elevan como bruma su apellido. El animal aguarda expectante el momento oportuno. Ahora, el hombre se inclina sobre el charco para beber. 

Así habló Sísifo



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