IMPAR

La muerte no se supera. Se aprende a convivir con ella. Son pequeñas fracciones parciales, sublimares; cualidades, personalidades. Es aprehender el habla al mismo tiempo que se escucha. La naturalidad navega inadvertida de esta cuestión: 

“El calor de la última brasa encendida se apagará en un pueblo sin avenida. 

Cuando el cielo esté despejado de toda incertidumbre, la mar latirá embridada al faro de la desilusión. Allí iluminará el vacío, la imparidad no alcanza. Allí encandilará el sesgo de una razón; 

¡Gira y gira, da vueltas, timón! ¡Da vueltas, timón, gira y gira! 

Del triángulo de las bermudas nacerá la-tercer-rompiente. Bajo la espesa niebla de la certidumbre se elevarán las anclas. A toda máquina correrán los nudos de la metonimia. A toda máquina, hacia el faro de la desilusión; 

¡Gira y gira, da vueltas, timón! ¡Da vueltas, timón, gira y gira! 

Tierra a la vista cantarán las sirenas. Se escuchará la letra siendo canción. Al alto mástil se aferrarán las cadenas. Silencioso vaivén de la mar del faro. De la mar, del faro, de la desilusión; 

¡Gira y gira, da vueltas, timón! ¡Da vueltas, timón, gira y gira! 

Hacia la tempestad de la conciencia del tiempo de muerte. ¡Hacia allí vamos, Marineros, hacia allí vamos! Hacia el punto cúlmine de la satisfacción. Hacia la pequeña isla de tiempo más lento, hacia la pequeña isla de la mar del faro. De la mar, del faro, de la desilusión”. 

Así habló Sísifo


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